El Mar Menor: la rabia estéril

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Los Alcázares. Mar Menor

La hora más incierta de una crisis de comunicación es la hora de la rabia. Distingamos la rabia de la indignación. La segunda tiene un elemento racional que le falta a la primera. Convertida la indignación en un impulso impotente, sin capacidad de cambiar las cosas, emerge una furia estéril que se vuelve destructiva. La rabia es estéril. Por donde pasa, no crece la hierba. En la crisis del Mar Menor, algunos articulistas han pasado a ese nivel, en una carrera de competencia por ver quién la dice más alta, quién se lleva el mérito de expresar con más volumen su repulsa.

La rabia es profundamente pesimista. El que la expresa, ha perdido la fe en la capacidad humana de cambiar el rumbo de las cosas, de aprender de los errores, de enmendar sus hábitos y corregir la realidad. Eso en la mejor de las hipótesis, porque a veces la rabia es simplemente un recurso político para variar el voto. Las crisis que hemos vivido en España en los últimos años tienen mucho de este componente: nos importa mucho la verdad antes de votar, pero solo hasta el día del voto, luego todo es olvido.

Maquiavelo en Murcia

Esto es algo que, como diría Maquiavelo, el Príncipe debe tener en cuenta a la hora de administrar sus gestos y orientar sus decisiones. A la indignación se debe responder con eficacia y claridad, para evitar que crezca y se expanda hasta convertirse en rabia. Rebajar la tensión, llevar el debate a zonas de racionalidad, y expresar una confianza plena en que con el esfuerzo de todos se puede salir de las crisis reforzado, es algo que está en los manuales de comunicación y de gestión de crisis. Quizá si aquí no se aplican esos principios es porque esos manuales están en inglés y nuestra competencia en esa lengua es escasa.

Que López Miras está en Murcia ante una gran oportunidad es algo evidente, que lo ve cualquiera que no pierda la cobertura a las cinco de la tarde, en esa hora tan peligrosa de la sobremesa. Le basta con plantear un plan ambicioso de largo recorrido y comunicar, mucho, sin descanso, sin temor, con humildad, con ambición, con altura de miras. Hoy mismo leemos en La Verdad de Murcia la noticia de que los agricultores ya han asumido que no pueden seguir con los regadíos en la zona más próxima al mar. Añaden que han contratado máquinas para eliminar los vertidos de nitratos al agua que llega a la albufera. La tecnología, si, la tecnología, es siempre el primer aliado en estas situaciones.

Los agricultores asumen su parte de responsabilidad. No toda, porque no les corresponde. Ahora piden al turismo que haga lo propio y asuma su parte. Los agricultores han demostrado que tienen más capacidad de gestión de esta crisis que alguno plumillas que escriben su indignación de secano sin proponer solución alguna, con la estéril rabia que nos queda cuando ya no hay más vino en la botella.

A todo esto solo le falta una dirección política que no tenga temor a emitir mensajes, a hacer autocrítica, a exigir esfuerzos y a garantizar el cumplimiento de la ley. Es la única forma de que los abonados a la rabia política se queden en un rincón, como locos que cuentan la historia con ruido y furia, que diría el viejo Faulkner.

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